El origen de los nombres de los metales preciosos

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Remontarse a los orígenes de las palabras que utilizamos es una práctica curiosa que nos puede ayudar a entender mejor los cimientos de nuestro lenguaje y lo que cada cosa ha representado para nosotros en la historia. ¿Te has preguntado alguna vez de dónde vienen los nombres de metales? Te explicamos la etimología de algunos de los que habitualmente nos conciernen en CIODE.

Plata: es bien sabido que, cuando hablamos de los nombres de los metales más empleados en acuñación o en joyería, sus símbolos en la tabla periódica apuntan a su nombre en latín. Muchas veces el término que actualmente manejamos en castellano es una evolución de este: de aurum, oro; de cuprum, cobre… pero este no es el caso de la plata. En lugar de evolucionar desde el latín argentum, nuestro  idioma adoptó un término derivado de plattus, que hacía referencia a láminas metálicas. Solo las lenguas de la península ibérica siguieron este camino.

Oro: si indagamos un poco más allá en la palabra latina, ¿por qué aurum? Esta palabra se relaciona con la raíz indoeuropea aus-, que remite al brillo o resplandor, y está también en el origen de otras palabras como ‘aurora’.

Platino: como cabría esperar, el nombre de este metal precioso está muy relacionado con la plata. A diferencia de los metales que antes repasábamos, el platino no era conocido en Europa hasta que se empezó a encontrar en las minas de América en la era colonial. Inicialmente, los colonos lo encontraban como una ‘impureza’ indeseada en los minerales de oro que extraían, y de ahí su nombre (‘platina’ inicialmente), que deja entrever la idea de un material semejante a la plata pero de importancia menor. No sería hasta el siglo XVIII cuando se comenzase a estudiar y apreciar mejor las propiedades de este metal.

Grupo del platino: para terminar con los considerados preciosos, los nombres de los metales que engloba este grupo les fueron otorgados directamente por sus descubridores: William Hyde Wollaston y Smithson Tennant, dos químicos ingleses que los aislaron a principios del siglo XIX a partir de los minerales de platino. Todos sus nombres son de origen griego: Wollaston descubrió el paladio (nombrado por el asteroide Palas) y el rodio (de rhodon, rosa); Tennant, el osmio (de osme, olor), y el iridio (por la diosa Iris).

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